Hace poco estuve en una amena reunión familiar y alguien lanzó la pregunta, ¿Cuál es el propósito de tu vida? A partir de allí, la conversación se calentó, cada cual expuso y defendió su posición. Qué maravillosa velada. Lo mejor de todo, no hubo acuerdo. Y bueno, yo me quedé pensando y pensando…
Cuando el propósito personal se transforma
Fui una adolescente compleja. Buena estudiante, tímida y gordita. Tenía la idea de que ser flaca era el secreto para ser bella y feliz. Así que adelgazar fue mi propósito, mi obsesión. Y claro que lo conseguí, además de los desórdenes alimenticios que llegaron después (en esos tiempos era algo muy raro).
Entonces mi propósito fue curarme de ellos, de la adicción a comer, del pavor a engordar, del odio hacia mí misma. Y en esa búsqueda, encontré mi vocación.
Vocación
Estudié Educación Física, casi por hobbie, por descarte, después de haber abandonado otras dos carreras a mitad de camino. Siempre me gustaron las matemáticas, así que se suponía que debía usar esa habilidad para hacer algo que valiera la pena en mi vida.
En contra de cualquier pronóstico (muchos se imaginaron que sería física o ingeniera), elegí una carrera sin reconocimiento social y poco lucrativa. Tuve que soportar los comentarios poco afortunados de muchas personas acerca de mi absurda elección: desaprovechar mi cerebro en algo tan básico como ser maestra, y ni siquiera de matemáticas, sino de «gimnasia».
Mi trabajo, mi pasión
Me gradué hace casi treinta años sin saber si realmente iba a ejercer mi carrera. Entonces tuve la fortuna de llegar a un lugar donde pude crear un proyecto, un gimnasio infantil, los niños me mostraron el camino: descubrí que quería ser maestra, que quería participar en el proceso de autoconocimiento, de empoderamiento, de crecimiento y desarrollo, de otros seres humanos a través de el movimiento conciente, el deporte, el juego, el yoga, la relación con el propio cuerpo.
Ser fiel a mí misma
La vocación se ha mantenido desde entonces. He intentado abandonarla con poco éxito y me alegro. No me arrepiento de haber tomado este camino, la vida me ha dado todo lo que he necesitado.
He enfrentado infinidad de retos, económicos, personales, familiares, de pareja, en unos he tenido éxito, en otros no. Pero en todos, el propósito se ha mantenido: ser fiel a mí misma. No ha sido un camino fácil. Elegí vivir confrontando los dictámenes sociales o culturales, lo que ha sido mi mayor desafío y me siento orgullosa de eso.
Hoy
Mi trabajo se ha ido transformando, como yo. Voy más pausada, he cumplido algunos sueños, otros han dejado de interesarme y tengo sueños nuevos por alcanzar. Mis roles también han cambiado. Estoy en un momento de mi vida en el que asumo retos con pasión pero sin ser obsesiva.
Ha llegado el tiempo de las letras, aunque el movimiento, el deporte, siguen siendo parte de mi estilo de vida.
¿Qué me hace levantar de la cama cada mañana? Les confieso que no lo sé. Quizás saber que tengo algo para dar, algo para aprender, un reto por alcanzar. Ya no quiero salvar al mundo, intento ir salvándome a mí misma día a día y en el camino, espero dejar una que otra buena huella, tener la valentía de asumir mis errores y dejar en paz con los suyos.
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