¿Les ha pasado que están en medio de una reunión y a alguien lanza un «te tengo un chisme»? Se hace silencio casi de inmediato. Hasta la música se detiene. Acepto que exagero un poco, pero aceptemos que esa expresión tiene su magia.
Me dí a la tarea de leer un poco sobre el tema y miren lo que me encontré. El chisme o el rumor (casi no usamos esta última palabra), tiene unas características que lo diferencian de una noticia, un relato o una información que estamos transmitiendo:
*La información que brinda es ambigua (así que da pie a varias interpretaciones…y el peligro comienza).
*Se relaciona con personas de nuestro interés (parientes, círculo social, políticos, farándula, etc). O sea, habla de la vida de personas que por una u otra razón, despiertan nuestra curiosidad o atención.
*Quien transmite el chisme se siente importante, tiene una primicia que dar, acapara la atención de una o varias personas por un tiempo determinado.
*El chisme no tiene una fuente confiable o no se puede comprobar su veracidad (es bastante común que nadie sepa dónde empezó el cuento).
*La víctima del chisme no se puede defender sencillamente porque no está presente. Quien pasa el chisme lanza la pelota y esconde la mano.
*El chisme no se queda en una sola persona. Pasa de boca en boca y poco a poco la historia se va deformando. Es como un virus mutante que se esparce rápidamente.
*Y finalmente, entre más oscura, truculenta y retorcida es la historia, mejor.
FRASES TÍPICAS A LA HORA DE CONTAR O ESCUCHAR UN CHISME
¿Cómo reconocer un chisme desde el principio? Hay frases claves. Aquí algunas:
*No me consta pero…
*Me contaron por ahí…
*Todo el mundo sabe que…
*Andan diciendo que…
*¿Será verdad que…?
*No debería contártelo pero…
Si nunca han pronunciado alguna de esas frases, mis más sinceras felicitaciones. Yo sí lo he hecho, sin mala intención, obviamente, pero…¿saben? Pasar un chisme es como tirar una piedra al agua: una vez la lanzas, nadie detiene las ondas que se esparcen a su alrededor y en la medida que avanzan, se hacen cada vez más grandes.
Me encontré en un articulo titulado Psicología del rumor del blog AL PASAR LAS HORAS, algo muy interesante. Resulta que podríamos decir que hay dos tipos de chismes o rumores: el ocioso, el que pasamos sin pensar, en reuniones, usualmente sin mala intención y el malicioso o intencional, que tiene un claro objetivo de dañar o desprestigiar, en conclusión, tiene un propósito destructivo.
Más de una persona puede estar respirando tranquila, segura de que no se encuentra dentro del grupo de los chismosos mal intencionados. Y bueno, sé que la mayoría nos sentimos buenas personas, que no queremos hacerle daño a nadie, pero…lo hacemos, como decía el chavo del ocho, sin querer queriendo.
Resulta que cada vez que trasmitimos una información que no le es útil a nadie, que no puede ser verificable, que no sabemos de dónde viene, que está sujeta a ser tergiversada o mal interpretada, así sea de buena fe, el resultado puede ser el mismo que el del chismoso destructivo: hace daño.
EL SECRETO ENCANTO DE CONTAR UN SECRETO
Si quieren que una información viaje a la velocidad de la luz, digan: te tengo un chisme, pero no se lo vayas a contar la nadie. Es como si le pusieran turbo o encendieran una mecha. Y uno podría decir, pero si no se puede contar, ¿para qué lo cuenta? Bueno, puede ser que quiera desahogarse, que esté triste, que necesite alguien que lo escuche y cree que el depositario de la información es capaz guardar el secreto.
DE BUENAS INTENCIONES ESTÁ TAPIZADO EL INFIERNO
Pocas personas se salvan de la caer en la tentación de sentirse importantes. Es agradable tener un primicia, darnos cuenta de que todos nos escuchan y… bueno…no hay mala fe, es más, la intención de contar el chisme puede ser hasta buena, podríamos decir que se aprende de los errores de los demás (¿será que sí?). Además es claro que uno no se lo inventó, que le contaron, que «cuando el río suena…» (es la mejor manera de lavarse las manos y liberarse de la responsabilidad de las consecuencias de haber contado).
A nuestra edad, hemos tenido muchos aciertos, pero definitivamente también hemos cometido muchos errores, lo reconozcamos o no. Con más frecuencia de lo que creemos, caemos en la pésima costumbre juzgar a los demás, sus vidas, sus decisiones, sus errores (según nuestra propia percepción). El chisme juzga y condena de una vez, sin pruebas, sin que el acusado tenga la posibilidad de una defensa digna. Que nuestra experiencia en la vida nos muestre cuándo callar, guardarnos nuestras opiniones si no son de utilidad y sobre todo, permitir que cada cual haga su propio camino. La vida nos ha mostrado que las palabras no se las lleva el viento. Lo bonito de todo, porque no quiero que nadie quede dándose golpes de pecho, es que las palabras también sirven para bendecir, construir, dialogar y los oídos, unidos al cerebro y al corazón, para escuchar.
Este artículo, como cada uno de los que escribo en el blog, no tiene el ánimo de acusar o criticar a nadie. El objetivo siempre será generar reflexión, refrescar la mente y hacer algunos aportes en la construcción de esta etapa de la vida, maravillosa e interesante: la CINCUENTAÑEZ Y MÁS.
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