La rabia, tan humana como soñar despiertos, recordar buenos y malos momentos, enamorarnos, preocuparnos, reírnos por todo o por nada, llorar de tristeza, de emoción o felicidad.
A veces no sabemos de dónde viene nuestro mal genio. ¿Será la luna llena? ¿Las hormonas locas? ¿Haber dormido mal? Causas, todas. Pero hoy no vengo a hablar de las causas de la rabia, sino de aprender a sobrevivir con la propia y con la ajena.
Preguntas con trampa
Muchas mujeres (y algunos hombres), somos expertas en hacer preguntas difíciles, preguntas con trampa; esas que, sin importar la respuesta del intercolutor (incluídas nosotras mismas), tendrán un final desastroso. Y no porque seamos unas neuróticas histéricas (en el sentido coloquial de ambas palabras), sino porque a veces nuestra psiquis pareciera que se despertara con ganas de cazar una pelea.
AQUÍ ALGUNOS EJEMPLOS:
Un día cualquiera nos despertamos con esa sensación extraña de «nadie me quiere» y hacemos la pregunta del millón, que además va seguida de más preguntas cada vez más difíciles de contestar: ¿me quieres? ¿cuánto me quieres? ¿cuánto es mucho? ¿más que a….?
Nos estamos alistando para salir, hurgamos en nuestro closet y descubrimos un pantalón divino que no nos ponemos hace tiempo y resulta que se ha encogido. Después de saltar para que suba y sudar para que cierre, salimos del cuarto bufando y preguntamos: ¿estoy gorda? Bueno, todas sabemos que en esa circunstancia un sí o un no, son peligrosísimos. Aceptémoslo. Seguro ya conocen el desenlace.
Nuestro hijo, hija, pareja, compañero de trabajo, quien sea, hoy está hablando con monosílabos, o responde de manera cortante a cualquier comentario que hacemos. La pregunta del millón hace su aparición: ¿qué te pasa?. Seguida de ¿estás bravo?. Posiblemente venga otra: ¿por qué me hablas así?. Y terminamos con: ¿sabes qué? Esta última la dejamos en puntos suspensivos… cara ofendida, andar cabizbajo. Si nuestro interlocutor es arriesgado, preguntará ¿qué te pasa? y se arriesgará a la respuesta NADA, que significa, TODO.
Tenemos derecho a estar estar disgustadas
El problema de estar disgustadas es nuestra forma de expresarlo. Es que cuando andamos de mal genio, nuestras competencias comunicativas quedan en el olvido. Además del lenguaje verbal agresivo y en muchas ocasiones, confuso, usamos miradas de rayo, cruzadas de brazos, silencios incomodísimos, azotadas de puerta, fruncida de cejas y hasta llanto (hay unas lanzadoras de objetos, pero seguro que no eres tu, mi querida lectora).
Pero bueno, una cosa es andar de «malas pulgas» y otra es ir regando por ahí, malas vibras. Yo no he sido muy amiga de dejar tips en mis artículos, pero la verdad, en estos tiempos, las emociones andan a flor de piel. No estamos acostumbrados a compartir el mismo techo, por tanto tiempo; otros, no habían vivido nunca la experiencia de estar encerrados en su casa, solos, trabajando o no; muchos, jamás habían tenido conversaciones virtuales con otras personas y estas nuevas formas de relación no les satisface ni un poquito; la falta de sol, viento, risas compartidas, abrazos, salir a la calle y caminar tranquilamente sin pensar en virus escondidos listos para «saltar» encima de nosotros; todo conspira para que el mal genio esté a flor de piel.
Así que, aquí traigo algunas sugerencias que pueden ser de utilidad:
*Recuerda que todavía no hemos aprendido a leer la mente. Si quieres que alguien sepa lo que piensas, cuéntaselo.
*Si no estás preparada para recibir una respuesta, mejor no hagas la pregunta.
*Decir NO SÉ, es perfectamente válido.
*Si necesitas ayuda, pídela; ahórrate el disgusto de esperar a que los demás se imaginen que la necesitas.
*Si alguien te responde «NO SÉ», es casi seguro que…no sepa.
*Responde a lo que te preguntan. A veces con un simple sí o no, es suficiente. Muchos no están interesados en el por qué o en tus disertaciones existenciales al respecto.
*La última, para no cansarte, recuerda que no tienes la obligación de contestar todas las llamadas de celular ni todos los mensajes que te llegan (a menos que sea de tu jefe y ojalá a horas decentes). Recuerda que la tecnología está a nuestro servicio, no al contrario.
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