¿Quieres la verdad?
¿Cuál de todas?
¿La que quieres escuchar?
¿La que quisiera decirte?
¿La que temes escuchar?
¿La que temo confesarte?
¿Mi verdad aunque no la compartas?
¿La que creen todos?
¿La que quisieras creer aunque no creas?
¿La que pienso aunque te lastime?
¿La que hoy me suena a mentira?
Puedo decirte lo que hoy sé
lo que vivo
siento
y que mañana
tal vez sea un eco
del pasado
¿Quieres la verdad?
No puedo dártela
Sólo mi versión
desde lo que soy
pienso
siento
veo
construyo
percibo
recuerdo.

La sinceridad… valor supremo y peligroso. Dicen que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. Es falso. Los niños también saben decir mentiras y los borrachos, hablan desde su mente distorsionada. Todos decimos mentiras, aunque nos preciemos de lo contrario. Unas son pequeñas, blancas, piadosas. Otras, son enormes como montañas. Unas son casi inconscientes, otras bien orquestadas.
Hay verdades a medias, tergiversadas, verdades que como puñales, atraviesan el alma. Hay verdades tras las bromas, los chistes, las charadas; hay verdades que se escapan entre gestos, rubores, miradas. Hay verdades aprendidas, mentiras enseñadas.
¿Dónde termina la verdad y empieza la mentira?
Con tanto relativismo ¿Cómo hacer para confiar en lo que nos dicen? Las relaciones humanas sanas se basan en la confianza. Es imposible estar con otros en paz, pensando que mienten en todo momento. Pues bien, una cosa es que todos veamos el mundo de diferente manera y otra, mentir a propósito, para nuestro propio beneficio aunque arrase con la vida de otros. Es cierto que a veces preferimos una mentirilla piadosa que una verdad cruel. Yo prefiero un silencio amoroso y prudente. Para ser mentirosos hay que tener muy buena memoria, porque las mentiras jamás vienen solas, necesitan ser sostenidas por otras.
Hay quienes piensan que la sinceridad equivale a dar opiniones que nadie ha pedido o que pueden ser hirientes. ¿Será que siempre es necesario decirlo todo? Dicen por ahí que la verdad duele. No lo sé. Hay maneras de decir la verdad y hay mentiras que una vez descubiertas, terminan por ser mucho más dolorosas que la verdad misma.

LOS VALORES
Después de transitar durante más de medio siglo por la vida, posiblemente llegamos a un punto en el que somos capaces andar más livianos, tener relaciones sin tantas condiciones, ser menos esclavos de lo que los demás esperan de nosotros. Si llegamos a ese punto (jamás terminamos de madurar), quizás podamos decir, que logramos navegar entre más verdades que mentiras. El qué dirán ya no nos atormenta como en los años de juventud, tenemos menos qué demostrar, aprendemos a decir NO sin tantas culpas, nos reconciliamos con el espejo y con el ser humano en el que nos hemos transformado.
Cuando llegamos a la madurez, quizás nuestros valores están más afianzados y ello nos permite recurrir menos a mentiras o a verdades acomodadas. No se trata convertirnos en santos, en sinceros compulsivos pase lo que pase. Después de años, entre tropezones y errores, podríamos empezar a comprender que la sinceridad y la empatía, deberían ir siempre tomadas de la mano.

VERDADES ABSOLUTAS
No creo que existan. Las verdades que se relacionan con las creencias, no pueden rebatirse. La fe es creer en algo que no puede ser comprobado. Si son verdades científicas, tienen tiempo de caducidad y la historia lo ha demostrado. Pero mientras no se demuestre lo contrario, nuestra salud mental ( y física) agradece que confiemos en muchas de ellas.
El sentido común, a pesar de que parezca ser el menos común de los sentidos, es un buen termómetro contra la mentira. Los prejuicios nos hacen ver lo que no está, los resentimientos traen el pasado y nublan nuestra mirada y el miedo, nos hace ver amenazas en todas partes.
La historia tiene ejemplos de sobra acerca de engaños y mentiras. Pero también, y yo diría que son muchos más, está repleta de ejemplos de valentía, honestidad, empatía, heroísmo, camaradería, generosidad, AMOR.
No pretendo tener la razón en todo lo que expreso en este texto; no hay en él verdades irrebatibles. Ojalá su lectura diera pie a reflexiones personales o debates interesantes.
Ahora, quisiera dejar una invitación…
EMPECEMOS POR NOSOTROS MISMOS, SEAMOS AMOROSOS CON EL USO DE LA PALABRA. PENSEMOS ANTES DE HABLAR, AUNQUE NOS DEMOREMOS UN POQUITO. INTENTEMOS QUE CADA PALABRA QUE SALGA DE NUESTRA BOCA, PASE POR EL FITRO DEL AMOR Y DE LA COMPASIÓN.

Gracias por esta reflexión. Me aclaraste mucho sobre la mentira y verdad. Siempre me he sentido mal por exagerar al contar algo o mentir. Ahora se que hacerlo no me hace bien. Lo evito en la medida en que soy consciente de que es lo que voy a decir. Lo leeré de nuevo. Gracias
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias a ti por leerlo y comentarlo.
Me gustaMe gusta
Excelente reflexión, Anita, estando en tu mismo grupo etareo, comparto esa sensación de liberación de no tener que decir ni hacer lo que NO queremos, nos ahorramos unas mentiritas..
Me gustaLe gusta a 1 persona
Ese ahorro vale la pena, sobre todo en paz interior
Me gustaMe gusta
Graciasssss..la verdad es mi mirarme a mi misma🤗
Me gustaLe gusta a 1 persona
Yo te miro como ejemplo 😊🌷
Me gustaMe gusta
excelente reflexiones y el poema genial. «¿Quieres la verdad?». Para mí solo este verso tiene una gran potencia. Bravo.
Me gustaLe gusta a 1 persona