Es 23 de Diciembre. Julieta entra al centro comercial a hacer una diligencia bancaria y sale espantada. La navidad está instalada con toda su parafernalia de música, decoración y avisos publicitarios invitando a comprar regalos; hay ofertas por todos lados, los pinos falsos están adornados con los colores de la temporada, los pasillos están atestados de compradores que caminan a pasos acelerados para hacer compras de última hora. El mes de Diciembre parece una ola que se alza poco a poco hasta llegar al día 25 y explota sobre las ciudades, familias, empresas, colegios, universidades, centros vacacionales, pero por sobre todo, sobre las almas de los solitarios, los parias, los que no tienen dinero para comprar regalos y sobre los que han perdido, por la razón que sea, a sus seres queridos.
Julieta pertenece a este último grupo. La pandemia se llevó a dos hermanos y a su padre. Para ella la frase FELIZ NAVIDAD es una burla a su dolor. Necesita huir al precio que sea.
Llega a su casa, cierra la puerta, echa todos los cerrojos, cierra las cortinas, desconecta el televisor y desactiva los sonidos de su celular. El silencio de su casa es violado por un villancico antiguo que llega desde alguna parte. Se coloca un par de audífonos y abre una aplicación de música. La cabeza se le llena de rock. Mientras escucha, saca su viejo morral de los tiempos de mochilera veinte años atrás, consulta el saldo de su cuenta bancaria, hace números y encuentra que puede huir hasta que termine la locura navideña.
Se acuesta a dormir. Tiene un sueño. En él, se ve a sí misma en nochebuena, sobre la cima de una montaña, en compañía de todos sus muertos. Todos bailan, ríen y se abrazan. A lo lejos se pueden ver los juegos pirotécnicos de la ciudad. Se sientan alrededor de una fogata y empiezan a contar historias que ella no conoce. El fuego se va apagando. Las risas también. De repente se encuentra sola. Un silencio la cobija. Siente que se convierte en un pequeño punto, una lucecilla flotante que es mecida por la brisa. Poco a poco, van llegando más puntos brillantes, como si un millar de luciérnagas se hubieran dado cita en ese lugar. Se unen como los estorninos en pleno vuelo. Una nube de luceros sobrevuela la ciudad. Sus mil ojos observan a la gente comiendo, entregándose regalos. Las ventanas empiezan a abrirse, todos observan la nube de luz que dibuja dos siluetas que se abrazan en el cielo, se funden y desaparecen.
Julieta despierta. Ya es 24 de Diciembre. La ciudad se despereza en un amanecer soleado. Sabe que hará mucho calor, ella se abraza a sí misma. Toma su celular. Se ha descargado. Lo conecta y lo enciende. Aparecen montones de notificaciones de mensajes por leer. Abre cualquiera, FELIZ NAVIDAD. Algo se quiebra dentro de ella. Llora. Ojalá estuviera su padre para abrazarla. Abre otro mensaje al azar: ¿Quieres venir a cenar con nosotros?. Es de una amiga de tiempos del colegio, no se ven hace tiempo. Le responde: Gracias, hoy no soy buena compañía. Llora de nuevo. Entra otro mensaje: No importa. Te esperamos. Trae tu tristeza que ella también es bienvenida. Julieta sonríe y llora, pero no sabe por qué. Guarda el morral. Abre su closet. Es hora de dejar de vestirse de negro.

Responder a Adriana Cancelar la respuesta