La familia: universidad de la vida

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Las familias perfectas a duras penas existen en algunas películas rosa, donde todas las madres son abnegadas, casi santas, las abuelas bondadosas, los hermanos tienen relaciones sin conflictos, los padres son amorosos y firmes al mismo tiempo, todos creen en lo mismo, las peleas se resuelven dándose la mano y pidiéndose perdón, los tíos (genérico, tíos y tías) pertenecen al mismo partido político o de fútbol, no hay secretos y todos se portan «bien».

Esas familias existen en el mundo de los imaginarios: madre, padre, hijos, perro, abuelos, tíos, todos unidos y felices para siempre. Si alguien tiene una familia así, me alegro por esa persona y por esa familia, aunque para ser sincera, pienso que tanta perfección me parece sospechosa. Debe haber gato encerrado. Esa familia ideal me recuerda las fotos de las redes sociales, en las que todos aparecen (o aparecemos) mostrando «nuestra mejor versión», con una sonrisa de oreja a oreja. Pero no estoy hablando de eso. Ya fue tema de otro artículo. Volvamos a la familia, ese lugar laberíntico, donde no siempre es fácil encontrar caminos: lleno de ángeles, amor, seguridad, compañía, respeto y también de monstruos, odios, soledades, incertidumbre, mentiras y maltrato. O una mezcla de todos los anteriores.

¿Están asustados con esta introducción? Espero que no. Como en un meme que estuvo dando vueltas por las redes, «tenía que decirse y se dijo». La idealización de la familia es una de las razones por las que con frecuencia nos sentimos decepcionados nuestros parientes. La maternidad ha sido romantizada, cuando los que somos padres sabemos que aunque los bebés pueden ser muy tiernos y en muchos de nosotros (no en todos y no quiere decir que sean malas personas), despiertan un amor indescriptible, también nos confrontan con nuestra propia infancia, el tiempo personal casi desaparece en los primeros meses, el cansancio es permanente; a medida que crecen nos confrontan, nos sacan de quicio, también nos hacen reír y llorar, sentimos orgullo de sus logros y nos decepcionamos cuando no son lo que esperábamos que fueran.

Y bueno, ni qué decir de la vida de pareja, tan lejana al final de beso de las películas, o al «felices para siempre» de los cuentos de hadas. Resulta que se juntan dos mundos, con sus propias experiencias y creencias, y esos dos mundos intentan educar hijos que son tan distintos, lo que funciona con uno no funciona con otro, lo que hacían nuestros padres con nosotros no lo hace con nuestros hijos; hay unos más bonitos y brillantes que otros, se comparan entre ellos, compiten por el amor de los padres, que al mismo tiempo andan enredados con sus propias vidas, traumas, trabajos, sueños, miedos. Algunas parejas se separan y forman nuevas familias, otras familias son monoparentales por las razones que sea; a veces los abuelos o los tíos reemplazan a los padres, hay dos mamás o dos papás, algunos hermanos mayores terminan jugando el papel de padres o llega un momento en el que cambian los roles, como cuando en muchos casos, los hijos deben cuidar de sus padres ancianos.

Y nos siguen vendiendo la idea de la familia perfecta y feliz que todos deberíamos tener o formar. Prometo que intentaré desenredar el ovillo, si es que aún no me han abandonado después de sentir un poco de angustia existencial con los párrafos anteriores.

Pretender que las personas (y las familias y casi todo en la vida) sean como queremos que sean y no como son, enreda más todavía las cosas. En el seno de nuestros hogares se siembran raíces profundas que nos marcan, pero si en la adultez encontramos que esas raíces sembradas (casi siempre), con la mejor intención no nos aportan, podemos elegir realizar nuestras propias siembras. El amor debe empezar por nosotros mismos; ese amor que nos permite vernos con benignidad, pero sin romanticismos, es decir, de manera realista.

Si, la familia es la escuela, universidad y doctorado de la vida (uno nunca se gradúa). Es allí donde deberíamos aprender a dialogar con respeto por la diferencia, a aceptar a los otros tal y como son (con sus creencias, preferencias de todo tipo, su manera particular de ver y andar por la vida), a ser amados y amar sin competir, a entender que pensamos y sentimos distinto. No siempre aprendemos eso en la infancia, pero no quiere decir que no sea posible aprenderlo siendo adultos. Necesitamos aprender a soltar tantos juicios, dejar de acusar y responsabilizar a los miembros de nuestra familia de nuestra felicidad o infelicidad.

Ojalá no esperemos a ser mayores para transitar otros caminos, libres de lo que otros esperan que seamos (o hubieran esperado), dejar atrás los viejos rencores y resentimientos que resultan ser tan malos consejeros y compañeros, aceptar que cada familia es como es, que comparar unas con otras no las hace cambiar, amar a cada uno con sus luces y sombras, tomar distancias sanas y aprender a hablar o a callar dependiendo de las circunstancias. No es fácil, lo acepto; es posible que sea preciso, en muchos casos, recibir ayuda. Pero vale la pena, la vida es muy corta (es sólo un pequeño suspiro del universo), para malgastarla en intentar cambiar a los miembros de nuestra familia.

Si, la familia es tremenda maestra, que jamás deja de enseñarnos. La cosa es ¿estamos dispuestos a aprender?

Photo by Anna Shvets on Pexels.com

Por cincuentanezymas

Mujer, amiga, hermana, madre, educadora, loca, cuerda, trabajadora, vaga, deportista,creativa, independiente, librepensadora,audaz, temerosa. Un ser humano común y corriente, enamorada de la vida.

6 comentarios

  1. Gracias Ana María. Que buen tema para reflexionar «la familia» amores, odios, conflictos, acuerdos, cadenas, libertad… Si! Todo un tema complejo y real, como la naturaleza humana. Cada persona única y valiosa, un mundo en un ser.
    Nuestras familias con sus conflictos, diferencias, creencias, pensamientos y sentimientos reflejan la sociedad.

    «—Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley? —“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente” —le respondió Jesús—. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a este: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.
    Mateo 22:36‭-‬39 NVIhttps://bible.com/bible/128/mat.22.36-39.NVI»

    «Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!
    2 Corintios 5:17 NVIhttps://bible.com/bible/128/2co.5.17.NVI»

    «Dios nos la ha cumplido plenamente a nosotros, los descendientes de ellos, al resucitar a Jesús. Como está escrito en el segundo salmo: »“Tú eres mi hijo; hoy mismo te he engendrado”.
    Hechos 13:33 NVIhttps://bible.com/bible/128/act.13.33.NVI

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  2. Familia? Creo es un concepto que se ha resignificando a través de los tiempos. Familia es confianza y es apoyo, no obstante a veces estos conceptos se confunden y se pasa al abuso y a la falta de respeto, vivimos convencidos que en nombre de la familia se debe tolerar todo.

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  3. La familia un tema bastante complejo e importante la base de la sociedad y para mí la base de la Paz interior, lejos de ser perfectas con sus aciertos y desaciertos son nuestra historia; van pegaditas a cada uno como parte nuestra; así que se deben aceptar sus miembros como son, buenos, malos, regulares, con imperfecciones, con cualidades, sentimientos, no digo que sea fácil; no lo es; porque nosotros tampoco lo somos, pero mirémonos con los ojos del amor, del perdón , de la alegría de poder contar con una familia, que no todo el mundo tiene esa fortuna, Aceptar sin querer cambiar a los demás es vivir libre y te hace muy feliz. Un abrazo Anita

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