Una nueva vela en el pastel

Hace poco ví un tiktok en el que un niño, maravillado, se daba cuenta de que su fecha de cumpleaños coincidía con el mes y el día en el que había nacido. Nunca me había puesto a pensar en eso. Podría parecer una obviedad, pero no lo es.

Lo que aún no sabe ese niño, pero lo descubrirá pronto, es que en esa fecha, cada año, un nuevo número entrará a su vida y que ese número, además de traer consigo no sólo una vela más sobre el pastel, regalos y tal vez una fiesta, arrastrará un «hechizo» que lo obligará a crecer de un día para otro, sin pudor ni lógica.

Atleta a punto de iniciar una carrera de relevos

Siento que a veces la vida se parece a una carrera de relevos, en la que corremos sin cesar para alcanzar edades, etapas, metas.

No todas las edades tienen el mismo protagonismo. Para quienes han asistido al primer cumpleaños de un bebé, saben que es todo un suceso familiar en el que el único que no disfruta es el homenajeado; no entiende la razón de toda esa algarabía: fotos, regalos, ruido, abrazos y besos de extraños (…). Rompen todas sus rutinas y luego se quejan de que estuvo «chinche» (de mal genio), lloró por todo, le dio una manotada al pastel, se lo untó en la ropa nueva y vomitó en mitad de la fiesta.

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Después, cada etapa de esta carrera dividida en pedacitos llamados años, anuncia ganancias y pérdidas, aventuras y duelos. Al cumplir 15 años muchas culturas celebran que las niñas se transforman en mujeres. Y a los 18, por arte de magia (la ley lo dice), se llega la adultez, con todos los derechos y responsabilidades inherentes a ese número.

A partir de los veinte años, la vida se va entre décadas, de los 20 a los 30, se aprende a ser adulto, de los 30 a los 40, se espera tener éxito, dinero, iniciar una familia (las cosas han empezado a cambiar), en la década de los 40 se supone que se ha ganado estabilidad, madurez (en teoría), muchos matrimonios llegan a su fin, algunas familias crecen, otras se dividen, las hormonas empiezan a hacer fiesta y muchos ven con terror la llegada de las siguientes décadas.

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A partir del número 50 (cada vez sucede antes), el calendario pierde la cabeza, el tiempo va para atrás de dientes para afuera, pero jamás para adentro, donde sucede en realidad la vida. Entonces cumplir años no es tan lindo como en la infancia (en teoría también), una vela más sobre el pastel para muchos empieza a verse como la caída en picada hacia el deterioro, el aburrimiento, la vejez, la soledad y la muerte.

Todo esto suena bastante deprimente. De hecho lo es para muchos, que odian los cumpleaños, las llamadas telefónicas, los regalos; prefieren pasar agachados ese día, como quien no quiere la cosa, haciéndose los locos, a ver si el tiempo también lo hace y no se dedica a ese oficio cruel de arrebatarles de las manos muchos de sus más preciados (y efímeros) tesoros.

Me rehúso a que sea así. El calendario va deshojándose también para mí, es cierto; quiéralo o no, no puedo evitar que la naturaleza siga su curso. La ciencia trabaja de manera incansable para alargar la vida de los seres humanos y retener la juventud el mayor tiempo posible; no creo que logre evadir la muerte como en la novela «Las intermitencias de la muerte», de José Saramago, en la que un día cualquiera, los habitantes de un país se encuentran ante la «buena» noticia de que la parca se ha declarado en huelga.

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He decidido que hay luchas estériles, desgastantes, absurdas, que no me interesan, como intentar retener la juventud con sofismas. Prefiero usar mi energía para lo que realmente alimenta mi espíritu, gozar cada etapa de la vida a mi manera. Elijo regalarme en cada cumpleaños algo de felicidad, de dicha, de alegría inocente, por saberme viva, aunque haya asuntos por resolver; elijo ser libre para celebrar este ritual anual como yo quiera y con quien quiera. Es cierto que la edad es un número y no puedo negar que me han enseñado que ese número tiene significado. Sin embargo, también he aprendido que no soy esclava de lo que me han enseñado, si eso no me sirve para tener una mejor vida; que puedo tomar la decisión de construir nuevas interpretaciones, hacer que los «hoy» que tengo disponibles, valgan la pena.

A veces me preguntan en qué me inspiro para escribir los textos de este blog. Pueden ser muchas cosas, entre ellas, conversaciones, películas, eventos mundiales o situaciones personales que dan vueltas en mi cabeza. En esta ocasión, me inspiró la celebración del cumpleaños número 60 de una muy querida amiga. Me sentí feliz y honrada de compartir con ella y sus seres queridos, ese día. FELIZ CUMPLEAÑOS para ella; FELIZ CUMPLEAÑOS para ustedes, aunque la fecha no coincida, como sí fue el caso del niño del tiktok al inicio de este texto, con el día en el que respiraron por primera vez el aire de este loco y sorprendente planeta.

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4 respuestas a “Una nueva vela en el pastel”

  1. Me encanto tu escrito!!. Gracias. Coincido contigo en que despues de los 50 el calendario pierde la cabeza y como que no podemos creer que hayan pasado tantos años. Sin embargo es importante aterrizar agradecer y seguir enamorada de la vida ♥ Me identifico con tu escrito y siento la inspiracion, alegria y agradecimiento que irradias en el, que es lo mismo que yo siento….

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    1. Gracias Elsy. No siempre desbordo entusiasmo, pero intento hacer de cada día un proyecto proyecto valga la pena vivir

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  2. Avatar de Ana Isabel Giraldo
    Ana Isabel Giraldo

    Coincido en que la clave está en vivir, la muerte quizá nos sirva para mejorar el camino…

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    1. Ella está ahí, inevitable. Así que la opción es vivir lo mejor que podamos.

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