¿Te ha pasado que conoces a una persona que con frecuencia está en desacuerdo con lo que dicen los demás y cuando expresa sus ideas es mirada con rechazo y cansancio? ¿Quizás te pareces a este personaje? ¿Has sentido alguna vez que tienes que morderte la lengua a la hora de decir lo que piensas, para quedar bien, evitar conflictos o porque te han rechazado por hacerlo? ¿Sientes o has sentido que quienes piensan diferente a ti están equivocados y preferirías estar con alguien que pensara de la misma manera? Pregunta final: ¿Le tienes miedo a las discusiones, los debates y las conversaciones que impliquen diferencias de opinión?
Esto no es un test. Quienes leen mis textos saben que me muevo entre preguntas, que son puntos de partida para reflexionar y que no siempre tengo todas las respuestas. Algunos podrán estar de acuerdo con ellas, tal vez se sientan identificados conmigo y quienes no, es posible que dejen de leer en el instante en que sus ideas no coinciden con las mías. Está bien. Aunque de todo corazón quisiera ser leída hasta el punto final de cada texto, está claro que es un derecho que cada cual lea hasta donde quiera. Como también es un derecho: DISENTIR.
Iba a empezar este artículo de otra manera. De hecho borré todo y empecé de nuevo. Hace poco, en una de mis redes sociales, expresé mi opinión acerca de un tema, de una manera diferente a la esperada; algunos se sintieron ofendidos y yo, aún estoy sorprendida de lo que se generó a partir de haber DISENTIDO, a medias, con el mensaje que un video de una cuenta a la que sigo, intentaba transmitir. El asunto que desencadenó toda clase de reacciones ni siquiera estaba relacionado con la política o la religión, dos materias que desde siempre han levantado polvaredas en todo tipo de grupos o relaciones. Pero en realidad no importa de qué se trataba la discusión, que además podría haber sido muy interesante, si en lugar de aportar nuevos elementos, no se hubiera quedado en la superficie, con comentarios que sólo mostraban que DISENTIR se había convertido en un asunto personal.

Pensar diferente no implica estar en contra. Es simplemente tener un punto de vista distinto. A veces, ese punto de vista está basado en emociones, en experiencias pasadas, en lo que a uno le han enseñado que es correcto o no, sin ahondar demasiado, o en argumentos que nos pueden parecer válidos o no.
La cuestión es: ¿Queremos expresarnos para convencer a los demás de que tenemos la razón o en realidad estamos interesados en lo que piensan sin importar si lo hacen igual a nosotros? Ahora bien, de tanto tener miedo a DISENTIR, no hemos desarrollado habilidades comunicativas efectivas para que la otra persona esté dispuesta a escucharnos. Y tampoco lo hemos hecho con la habilidad de escuchar de manera activa, para ser capaces de abrirnos a lo que los demás dicen.
Quiero asumir y proponerles estos dos retos: el primero, aprender a decir lo que pensamos, con respeto y mesura, aunque es cierto que con frecuencia las emociones nos pueden sobrepasar. Pero vale la pena el intento. No nacemos aprendidos. El segundo reto, no menos importante, aprender a escuchar, a obligarnos a hacer silencio dentro de esa cabeza reactiva, para poder crear el vacío indispensable que permite escuchar lo que tiene que decir nuestro interlocutor.

Es muy fácil conversar cuando todos pensamos, en apariencia, igual; el desafío está en disfrutar de un buen desacuerdo, con argumentos interesantes, con silencios indispensables y con la posibilidad de estar abiertos a otros puntos de vista. Nadie aprende nada nuevo si no está dispuesto a leer, escuchar o realizar algo diferente a lo ya conocido. Eso de que «loro viejo no aprende a hablar» sólo es válido con un loro al que se le enseña una y otra vez, la misma frase.
Muy edificantes y agradables son las charlas con personas , que no pensando igual que una, tienen respeto por el diferente y utilizan argumentos razonados que permiten consensos. Son de muy buen recibo los dos retos que planteas: expresar con respeto nuestras opiniones e ideas y aprender a escuchar al contradictor, de tan necesaria exigencia en esta época …graciasssss por tu artículo que obliga a reflexión 🌺
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Qué difícil es aveces expresar opiniones cuándo las personas no saben de silencios indispensables
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Si, Luz, así es. Como dicen por ahí, no vale la pena discutir con necios que no están dispuestos a escuchar. A veces el silencio es la mejor respuesta, pero ese silencio debe ir de adentro para afuera. Somos expertos en discutir dentro de la cabeza.
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Gracias Anita por tus preguntas e inquietudes sobre disentir en armonia. Al igual que une tú creo que hablamos y opinamos desde lo que somos y desde lo que creemos. Buscar la razón puede llevarnos a malas jugadas y entonces el silencio puede ser un buen aliado, porque la pregunta puede ser: para que buscamos tener la razon? Abrazos !
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Buscamos tener la razón para sentirnos un poco por encima. El verdadero sabio comparte su pensamiento, lo desparrama por ahí como un perfume; todavía estamos lejos de ser sabios, pero vale la pena irnos acercando desde el amor y el respeto.
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Es verdad Anita, un tema muy acertado para esta época, nos falta además tanta tolerancia y tanto respeto por quién piensa o se expresa diferente. Muy buen aporte! 😘
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Y hay que seguir en ese camino de aprender a dialogar desde la escucha amorosa y respetuosa y desde la opinión franca pero sin imposiciones y fanatismos.
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Lograr una conversación sana, con puntos de vista diferentes es satisfactorio, es un logro. A veces disentir trae discusiones que no llevan a ningún lado, sin embargo creo que vale la pena arriesgarse y poner en práctica la libertad que nos fue dada de expresar nuestras ideas, sentimientos y sueños, revisando a nuestro interlocutor. Todo es un proceso de aprendizaje, podemos ser transformados si tenemos mente abierta, discernimiento, paz, empatía y sabiduría.
Gracias Ana María, muy agradable leerte.
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