Definición de «activitis»: Dícese de la tendencia (¿obsesiva?) que tienen gran número de personas, por estar a toda hora haciendo algo. Entre los síntomas más significativos están sentir culpa al experimentar ocio puro, ese en el que no se hace nada de nada y criticar a quienes disfrutan a plenitud un buen rato de vagancia «improductiva».
Puedo estar equivocada y si es así, por favor, están en total libertad de controvertirme, pero en mi experiencia personal y en mi no tan rigurosa observación de las personas que me rodean, entre quienes más sufren de «activitis», están (estamos) las mujeres. Pero no todas. Como yo pregono a diestra y siniestra, generalizar no es sano. ¿Quiénes entonces? Yo diría que una gran parte de quienes andamos cerca (antes o después) de la cincuentañez: mujeres ocupadas desde siempre con las obligaciones familiares, laborales o profesionales (o todos las anteriores). Años y años de agendas repletas de actividades y cargas caso infinitas.

Los hijos crecen, la vida laboral decrece o se detiene, algunas parejas ya no están, el mundo parece girar un poco más despacio. Hay más tiempo para el café de la mañana, salir a caminar sin afanes, leer los libros que fueron juntándose sin abrir, aprender a tocar un instrumento, verse con los amigos, ir al médico, pagar cuentas, pero, por sobre todo, hay tiempo para NO HACER NADA. Pero nada de nada.
Entonces ella se prepara el cafecito, se sienta en el balcón o se queda de pie mientras mira por la ventana, respira y, de pronto, recuerda que no ha regado las plantas. Deja el café, va por la regadera, les da de beber y descubre que una de ellas tiene hojas secas. Así que deja la regadera a un lado, va por las tijeras de podar y al llegar a la cocina ve la que cafetera se quedó sin lavar. Deja las tijeras, abre la llave, lava la cafetera y descubre que hay que cambiar la esponjilla. Abre el gabinete de los artículos de aseo y no encuentra otra de repuesto. Así que ya que tiene tiempo, decide ir a comprar una nueva, toma el bolso y sale al supermercado. Al llegar, recuerda que faltan unas cositas, así que aprovecha para hacer un minimercado que resulta ser un mercado completo. Llega a la casa, organiza las compras y muerta del cansancio se prepara un café, se va de nuevo para el balcón o la ventana y encuentra allí la primera taza, con el café frío.
Cualquier parecido con la la realidad no es coincidencia. Quienes padecen (o padecemos) de «activitis», tienen un gran problema: no son capaces de sólo relajarse y disfrutar sin más.
No hay una pastilla o un tratamiento eficaz contra este padecimiento. Y puede ser que más de una persona que lea este texto diga que estoy exagerando, que si uno tiene una vida es para aprovecharla, que el tiempo pasa y no da marcha atrás. Puede ser que tengan razón. Pero, ¿saben? Yo creo que nos merecemos una buena siesta a deshoras, un cafecito en solitario o bien conversado, leer y quedarnos dormidas, esperar un rato para regar las plantas, en un a hora no se van a secar.

Si. El tiempo pasa, no da marcha atrás. Estamos tan obsesionados por ser eficientes, que se nos ha olvidado que consentirnos, permitirnos no hacer nada, sin pudor ni culpa, no es un despropósito, una pérdida de tiempo; al contrario, nos recarga, nos permite seguir adelante con ligereza, sin el peso de «tener» que estar haciendo y haciendo algo «productivo» a toda hora.
Por mi parte, quiero hacer un compromiso conmigo misma: invertir, sin mirar el reloj, tiempo para no hacer nada, para sentarme feliz con mi cafecito y dejar que ese libro que tengo a medio leer, se quede allí cerrado. Él no se ofende si lo dejo esperando. ¿Qué tal ir por otro café?
Jaja me identifico totalmente
Eso me pasa
Gracias
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El tiempo de no hacer nada es en realidad el más productivo, pues te estás permitiendo lo que más necesitas. Paz y calma siempre dan sus frutos!
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Como siempre mi querida Ana María salen de tus escritos sugerencias poderosas. Yo creo que el permiso para la nada, para el silencio lo dan las experiencias que vamos acumulando. Para algunos es más simple que para otros, lo importante es que la nada está como una posibilidad de gozo.
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