Soltar el control

Hace tres semanas llegó a mi vida una mascota: Momo. Es un perro de casi un año, rescatado de la calle. El día que lo conocí supimos que debíamos estar juntos. Hoy, que lo conozco un poco más, me he dado cuenta de que una fuerza extraña hizo que él tuviera un hogar donde es cuidado y amado y yo, un nuevo maestro en mi vida.

Así como lo oyen. Antes de que él llegara, mis rutinas eran bastante fijas y sencillas, mi casa estaba tan ordenada e impecable, que parecía que nadie vivía allí. Entonces llegó Momo con un pasado que no conozco, una ternura infinita y una rebeldía que ha volteado mi vida patas arriba. La ilusión de control que tenía antes de que llegara, se ha ido esfumando (no los deseos de recuperarlo). Antes vivía con mi hijo y su perrita, que al llegar a esta casa muy cachorra se amoldó a nosotros, independiente, tranquila, emotiva, obediente. Ellos se fueron y en este hogar de un sólo habitante, empezó a reinar un silencio aturdidor y un orden casi enfermizo.

Estaba dispuesta a no tener más mascotas, me gustaba levantarme y sentir que todo estaba bajo mi control (esas mentiras que se dice uno a sí mismo). Pero es que a veces (¿o siempre?), los caminos de la vida no van en línea recta, no se ve hasta dónde lo llevan a uno, sino que están llenos de curvas, pendientes, cuevas, descensos, claros, bosques, tormentas, desiertos, días luminosos, noches de luna, noches negras; una noche de viernes entró Momo a mi casa a recordarme que no tengo el control de nada y que sólo se dejará controlar siempre y cuando él tenga algún beneficio (muchas caricias y galletitas).

Y bueno, estoy en ese proceso. Hay días muy tranquilos y otros un poco estresantes en los que me rasco la cabeza porque no tengo idea del por qué reacciona de una u otra manera y allí me veo a mí misma nadando en impaciencia, ansiedad o miedo.

Eso si, cada mañana al abrir los ojos, me encuentro con los de él, mueve feliz su cola, espera paciente a que me levante, haga el café, beba unos sorbos y vaya por su correa para su primera salida del día.

Momo listo para la clase de yoga

Ustedes se preguntarán ¿en serio nos va a contar todo sobre su nuevo perro? La verdad, quienes tienen mascota saben de lo que hablo. Pero no. No es mi objetivo contarles cada detalle de mi vida con Momo. Inicié este texto diciendo que él es mi nuevo MAESTRO. ¿Maestro de qué? De vida. Es que uno se va haciendo mayor, sin darse cuenta se aferra a ciertas rutinas y creencias y se echa el cuento de que tiene su vida bajo control.

En la medida que nos hacemos mayores, somos menos flexibles. A pesar que que la vida nos ha demostrado (con creces), que está llena de sorpresas a la vuelta de la esquina, nos aferramos a lo conocido: lugares, personas, hábitos, comportamientos. Es como si al ver que se esfuman, poco a poco y de manera inevitable tantas cosas, nos agarráramos con uñas y dientes a lo poco que creemos que se va a mantener y que nos permitirá sentirnos seguros.

Me encontré este texto en un página que habla de temas psicológicos: «Las personas tenemos una necesidad de saber que nuestra vida esta bajo control para sentirnos bien a nivel emocional. Esta sensación favorece también el sentimiento de seguridad.  El problema viene cuando necesitamos el control a toda costa, en cualquier situación y de manera urgente. Cuando somos incapaces de exponernos a cualquier situación de incertidumbre mínima y queremos controlar todo, lo que está en nuestra mano y lo que no, lo que está pasando y lo que está por pasar.» (albiachpsicologos.es/).

Volvamos a nosotros, los que nos hacemos mayores, los que ya hemos vivido más de cincuenta años, los que a veces somos tercos, nos creemos dueños de la verdad, los que a veces decimos «es que así me enseñaron», «es que yo ya no tengo nada nuevo qué aprender», «no me gustan las sorpresas», «yo quiero una vida tranquila y sin sobresaltos», «no quiero más esclavitudes» (pero soy esclavo de mis hábitos y mis creencias), yo ya viví bastante. Y volvamos a Momo. Si, ese perrito me ha obligado a verme a mí misma de nuevo, a analizar qué es lo que verdaderamente me disgusta cuando no me obedece o le ladra a alguien en la calle y no logro saber por qué; me ha mostrado que cuando ya creía tener mi vida organizada, lo que había logrado era reforzar de nuevo la necesidad de control. Me estaba aferrando la ilusión de control, una especie de freno de mano, todo lo contrario a fluir.

Sé que con el tiempo Momo y yo, aprenderemos a fluir juntos, él vendrá cuando yo lo llame, pero también seguirá explorando por su cuenta; comerá del alimento que pongo en su plato cuando tenga hambre, jugará si lo invito, pero también me ignorará y se echará a dormir cuando esté cansado.

Mi propuesta es: aprender a conjugar el verbo fluir en todas las áreas y relaciones de nuestra vida; elegir la paz, en lugar de vivir en guerra con todo lo que se oponga a los propios deseos y necesidades. Agradecer los días en que todo marcha sobre ruedas (como un paseo sin que Momo le ladre a los que pasen a nuestro lado o a los perros bullosos), y aprender de los desafiantes (Momo rebelde, gruñón o escapista). Si, tremendo MAESTRO.

Por cincuentanezymas

Mujer, amiga, hermana, madre, educadora, loca, cuerda, trabajadora, vaga, deportista,creativa, independiente, librepensadora,audaz, temerosa. Un ser humano común y corriente, enamorada de la vida.

16 comentarios

  1. Anita, maestros maravillosos son nuestras mascotas. Nos llenan de amor, de ternura, de entrega incondicional y también nos muestran comportamientos que tenemos nosotros porque se parecen mucho al amo o a sus amos y parte de esos comportamientos te muestran tu actuar o tus respuestas ante diferentes situaciones de la vida. Son increíbles!

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    1. Gracias Anita amo como escribes, hace unos días me paso igual con mi perrito. Yo estoy en paz , con familia amigos etc. y solo me estaba moviendo mi perro jajaja lo vi como mi entrenador del momento y sabes algo más este es un tiempo para mejoremos también la relación con los animales y los veamos como parte de la totalidad. Uno somos todo.

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  2. Que bonita narración de tu experiencia con la mascota. Yo no me imagino la vida sin ell@s.trato de leer que me quieren decir. A veces acierto otras no. Son una compañía mágica. Especialmente en estas edades. El tema del control lo abordaste genial. Gracias.

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