Grupismo

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No es una palabra inventada. Se usa en varios contextos de estudio del comportamiento humano, sus relaciones, necesidades, miedos, expectativas, patologías, carencias, fortalezas: política, sociología, psiquiatría, antropología, psicología, etc. No espero cubrir esas áreas del conocimiento en este texto.

Digamos que lo que me motivó a usar la palabra «grupismo» (pensé, de manera ingenua, que era invención mía), es la proliferación actual de los grupos, a raíz del fenómeno de las redes sociales y las aplicaciones de mensajería (whatsapp, telegram, messenger, snapchat, entre otras).

Es innegable la importancia que una sana necesidad de pertenencia (no dependiente, alienante o tóxica) tiene para los seres humanos, sociales y relacionales por naturaleza. De alguna manera, nos agrupamos por intereses comunes, buscamos la compañía de personas afines y en algunos aspectos «parecidas» a nosotros.

LAS REDES SOCIALES

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La forma de relacionarnos cambió con la evolución de la tecnología, así como la manera de comunicarnos y establecer relaciones (nuevas o recuperar antiguas). Las aplicaciones de mensajería convirtieron en casi instantánea la comunicación, el lenguaje se fue sintetizando con abreviaturas, emoticons, memes, gifs, videos, etc.

Nos llenamos de grupos para salir a comer, organizar fiestas o paseos, grupos familiares (con sus respectivos subgrupos), grupos de compañeros de trabajo, grupos de amigos (excompañeros de colegio, universidad, trabajo, vecinos, con sus respectivos subgrupos), grupos de los amantes de los perros, gatos, deportes, aficiones, grupos, grupos y más grupos.

Grupos en los que se puede hablar de unas cosas pero no de otras, grupos en los que los que piensen distinto son «echados», ignorados o que optan por desertar en vista de la poca tolerancia (propia o ajena), grupos que a veces nos enriquecen, otras nos esclavizan y aunque no nos demos cuenta, nos alienan.

¿Cuándo dejamos de ser individuos con derechos, características totalmente válidas y puntos de vista diferentes, para convertirnos en esclavos de los grupos, la mayoría virtuales, que en últimas son remedos de las verdaderas redes sociales, esas que están allí para acogernos, acompañarnos, retroalimentarnos y aceptarnos?

¿Cómo lograr el justo medio entre sentir que pertenecemos en lugar de, para ser aceptados, terminemos convertidos en falsos clones unos de otros?

¿Cómo encontrarnos, ya sea personal o virtualmente, entendiendo que cada persona que está frente a nosotros, a pesar de compartir con nosotros afinidades en muchos aspectos, en otros quizás tenga posiciones opuestas o diferentes?

Siento que los grupos nos han dividido en lugar de unirnos; que nos hemos dedicado a «hacernos barra» si pensamos igual, y en nombre de «primero la paz» y evitamos la confrontación sana, el fascinante ejercicio de la palabra, el intercambio indispensable de ideas diferentes.

No niego que me gustan los grupos, estoy en un montón de ellos (no digo que pertenezco, prefiero estar): literatura, amigos, amantes de los perros, vecinos, etc. Como muchos de ustedes, he optado por silenciarlos en mi celular para poder tener una «vida».

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Y bueno… no sé si soy chapada a la antigua; prefiero verme con la gente, los abrazos, las carcajadas sonoras o el ceño fruncido en frente de mí cuando «meto la pata». Esos grupos a los que sí pertenezco, son poquitos; nos cuesta mucho trabajo reunirnos, encontrarnos, pero cuando lo logramos, es maravilloso. Grupos donde prima el amor y el respeto y donde las afinidades nos alegran y las diferencias nos retan (no siempre las cosas son color de rosa). No es fácil, pero vale la pena, porque aunque es cierto que la compañía de nosotros mismos es importante, vital, para poder ser libres y estar con otros, amar sin dependencias o miedos, también lo es que no somos islas, estamos interconectados. Y cuando la vida nos pesa, la soledad nos embiste o celebramos, son esas pequeñas redes las que nos recuerdan que contamos con otros, para lo bueno, lo malo, lo divertido, lo serio, lo trivial, lo profundo, para andar los caminos de esta compleja existencia.

Los grupos no son buenos ni malos, ni siquiera el «grupismo». La tecnología no es responsable de que hayan aumentado las distancias, es sólo una herramienta más. Somos nosotros los que nos servimos de ella. Yo seguiré con mi montón de grupos virtuales y al mismo tiempo continuaré feliz de encontrarme cuando pueda (no por obligación o por quedar bien) con mis genuinas redes sociales.

Por cincuentanezymas

Mujer, amiga, hermana, madre, educadora, loca, cuerda, trabajadora, vaga, deportista,creativa, independiente, librepensadora,audaz, temerosa. Un ser humano común y corriente, enamorada de la vida.

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